El panel de "Tecnología y Pedagogía en la Educación Superior " fue unánime en este punto. "Cuanto más simple, mejor", enfatizó un participante. "Nadie quiere quedar como un idiota frente a 150 estudiantes".
Estandarización con flexibilidad
La mayoría de las universidades aspiran ahora a un nivel básico de estandarización en todos los espacios docentes. Ya sea que un profesor se encuentre en una pequeña sala de seminarios o en una gran sala de conferencias, debería encontrar interfaces familiares y sistemas predecibles. Esto evita perder tiempo solucionando problemas y da al profesorado la confianza de que "simplemente funciona".
Al mismo tiempo, la flexibilidad es esencial. Las disciplinas especializadas suelen requerir configuraciones a medida, ya sea en medicina, física o artes. Equilibrar la estandarización con la adaptabilidad sigue siendo un reto clave para los equipos de tecnología.
La tecnología como facilitador, no como carga
La tecnología debe estar al servicio de la pedagogía, no al revés. Cuando los sistemas son excesivamente complejos, la enseñanza se ve perjudicada. El profesorado puede evitar usar herramientas potentes simplemente porque tardan demasiado en configurarse o porque el riesgo de fracaso frente a los estudiantes es demasiado alto.
Como explicó un panelista: «Nuestros académicos vienen y nos dicen: esto me funciona o esto es demasiado complicado. Cuanto más sencillo lo hagamos, mejor».
Lecciones aprendidas
La conversación reveló una verdad importante: en la educación superior, el éxito tecnológico no se trata de tener el equipo más avanzado. Se trata de diseñar sistemas intuitivos, fiables y adaptados a las necesidades reales de la enseñanza.
La simplicidad no significa prescindir de la capacidad. Significa poner el poder de la tecnología al alcance de cada profesor, cada vez que entra a una sala.